martes, 20 de septiembre de 2011

Whisky



Whisky es el lento y detallado seguimiento de las rutinas y repeticiones de Jacobo Köller. El film se inicia con su viaje en la penumbra de la madrugada para desayunar, la llegada a la fábrica, el encendido de las viejas máquinas, el ritual del mate, el arreglo infructuoso de la persiana. Jacobo es dueño de una pequeña fábrica de medias heredada de su padre y consume sus últimos años en ese espacio reducido, desordenado y obsolescente. Esa rutina tendrá su tiempo suspendido con la llegada de Herman, el hermano menor, para la celebración del Yurtzait, ritual judío que conmemora el fallecimiento de la madre.

La llegada de Herman altera la monotonía de la vida de Jacobo. Desde el inicio tiene que crear una imagen de sí para este otro que invade su espacio de repeticiones. Jacobo decide inventarse un matrimonio con Marta, su empleada de confianza. El sentido de este se puede entender como Jacobo sintiendo la obligación de proyectar una imagen acorde con el ciclo vital hegemónico: estudiar, trabajar, casarse, criar a los hijos, etc.; o no quiere proyectar ante el hermano exitoso una imagen más decadente de la que ya proyectaría sin pareja: “sin plata, viejo, pero no totalmente solitario”. El título guarda íntima relación con esa actitud. Whisky es esa mueca que finge un estado de ánimo opuesto al que se experimenta en el fuero más íntimo: la risa, la felicidad como careta ante la realidad.


La visita de Herman se dilatará unos días más al proponerles a Jacobo y Marta un viaje a Pirápolis. Ya en el espacio del hotel y el mar, totalmente diferente al de la fábrica, el film nos seguirá mostrando ese malestar que acompaña a Jacobo, esa incapacidad para disfrutar. No es exagerado afirmar que Jacobo ya está bastante muerto en vida. A pesar de ese estado todavía puede haber alguien interesadas en él, como Marta. Esta mujer, también solitaria, está dispuesta a tener una relación con su empleador, pero el que no se atreve es él. Marta es complaciente con Jacobo. Hay una relación vertical entre ambos, él es el jefe distante y poco comunicativo que solo ordena y deja en el aire las propuestas y sugerencias de Marta, pensemos en la persona que le recomienda para arreglar las persianas y a Jacobo respondiendo solo con un gruñido. Tampoco hay la más mínima consideración y un interés más profundo, la escena en que Jacobo sale de la habitación y apaga la luz estando Marta dentro de ella.


Además, el viaje será el marco preciso para conocer más de Herman, que se nos presenta como la antítesis de Jacobo: tiene familia, su empresa es próspera -sus medias son más coloridas-, es más encantador, canta y no vive en el Uruguay. Herman puede ser definido como un hombre vital. Por el contrario, Jacobo es un ser solitario que no intenta cambiar su estado: no arregla la persiana, no cambia las maquinas de su empresa, no compra otro carro. Gruñón, malhumorado, amargado, pero quizá cómodo en ese estado de constante repetición solo parece reanimarse un poco al ver un partido de fútbol.


Durante el viaje también habrá una mayor empatía entre Herman y Martha. Ante la figura diametralmente distinta del hermano menor, Marta se verá deslumbrada y comenzará a vivir su triángulo ficticio de amor; aquello que solo contemplaba en el cine o en las telenovelas brasileñas. Una de las escenas más sugerentes y que nos permiten especular en múltiples direcciones es la escena en la que Marta va a la habitación de Herman, luego de la velada en la que él canta una canción de Leonardo Favio, y este le pide que se siente su costado, en la cama. Si asumimos la posibilidad de un encuentro sexual, estaríamos una vez más ante la imposición de la figura de Herman sobre su hermano mayor. Y se marca una vez más una línea divisoria entre ambos, entre el que actúa y el que repite compulsivamente y se niega posibilidades.

Pero Jacobo también tiene su pequeña victoria al apostar el dinero que Herman le dio a modo de retribución por todos los años que se hizo cargo de la madre anciana y enferma. Precisamente, no son los lazos de afecto y cariño los que convocan a estos hermanos sino la madre muerta, las raíces de la familia. Además, les recuerda que ambos construyeron su destino a partir de la decisión de quedarse en el círculo familiar o trascenderlo. Herman al distanciarse y diferenciarse de la familia pudo alcanzar una mejor posición en la vida. Jacobo no rompió con el vínculo materno, ha permanecido en casa toda su vida, la madre vino a ocupar el espacio que debió ocupar otra mujer. Jacobo se quedó en Uruguay. Se estancó y no creció. Siempre fue el hijo de su madre.

En el final, la fría pero cuantiosa retribución monetaria que le dará Jacobo a Marta por fingir ser su esposa; parece ser el punto que colmará la espera de Marta. La rutina vuelve, Jacobo en la fábrica, pero Marta no aparecerá en esa última escena. Si seguimos el devenir narrativo podemos presagiar que Marta no solo faltará ese día sino también los demás, y que Jacobo no hará nada por saber de ella y retenerla a su lado.


Si en 25 watts, Rebella y Stoll mostraban a personajes jóvenes náufragos en sus veintes, en Whisky tenemos a adultos o ya ancianos (Jacobo), pero con el mismo espíritu de apatía, desidia y acaso de profunda depresión. En ambas películas el malestar sigue siendo el mismo. Pero la diferencia entre una y otra es que Whisky encuentra su mayor logro en la forma de su narración, en lo apenas sugerido o no dicho que crea una densa capa de significados acerca del devenir y actuar de los personajes.

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