jueves, 23 de julio de 2009

Moro y Chacalón

Hubo una vez un poeta incomprendido, migrante, homosexual, profesor en colegio de machos (el célebremente literario Leoncio Prado). Hubo una vez un poeta llamado Alfredo Quíspez Asín que firmaba sus cartas-poemas como el bello nombre de César Moro. La más memorable de estas, la escrita a Antonio, su amante. Los años han encargado de darle a su poesía y al poeta un espacio en el canon de la literatura peruana. Curiosamente, ese reconocimiento no la hace más conocida, sino quizá más aburrida e incluso temida. Por todo ello me sorprende que en youtube haya un video que reformula lúdica y frescamente (con mucho humor), esté genial poema a Antonio, pero, digámoslo, acartonado. Hablo del poema cantado “Chacalón es Dios”, poema-audivisual compuesto por un grupo de migrantes en Argentina. No quiero hacer un análisis del flujo y resignificación mutua de los productos culturales cultos y populares, solo decir que esta es una de las pruebas más felices de ese tránsito de arriba-abajo de abajo-arriba y de cómo un soporte tecnológico y la tradición (en este caso la poesía homo-erótica del siglo XX) puede servir para hablar de una cosa totalmente diferente...un poco de aquello que somos los peruanos y porque no los latinoamericanos. Y qué decir de Lorenzo Palacios, vean el video.
ANTONIO es Dios
ANTONIO es el Sol
ANTONIO puede destruir el mundo en un instante
ANTONIO hace caer la lluvia
ANTONIO puede hacer oscuro el día o luminosa la noche
ANTONIO es el origen de la Vía Láctea
ANTONIO tiene pies de constelaciones
ANTONIO tiene aliento de estrella fugaz y de nocheoscura
ANTONIO es el nombre genérico de los cuerpos celestes
ANTONIO es una planta carnívora con ojos de diamante
ANTONIO puede crear continentes si escupe sobre el mar
ANTONIO hace dormir el mundo cuando cierra los ojos
ANTONIO es una montaña transparente
ANTONIO es la caída de las hojas y el nacimiento deldía
ANTONIO es el nombre escrito con letras de fuego sobretodos los planetas
ANTONIO es el Diluvio
ANTONIO es la época Megalítica del Mundo
ANTONIO es el fuego interno de la Tierra
ANTONIO es el corazón del mineral desconocido
ANTONIO fecunda las estrellas
ANTONIO es el Faraón el Emperador el Inca
ANTONIO nace de la Noche
ANTONIO es venerado por los astros
ANTONIO es más bello que los colosos de Memmón enTebas
ANTONIO es siete veces más grande que el Coloso deRodas
ANTONIO ocupa toda la historia del mundo
ANTONIO sobrepasa en majestad el espectáculo grandiosodel mar enfurecido
ANTONIO es toda la Dinastía de los Ptolomeos
México crece alrededor de ANTONIO

sábado, 18 de julio de 2009

El cuerpo de la mujer fue la primera colonia

Ayer en Página 12 se publicó una entrevista a Rita Segato, antropóloga e investigadora argentina, profesora del Departamento de Antropología de la Universidad de Brasilia. Segato ha investigado la pandémica violencia de género en casos como las sistemáticas torturas y violaciones contra mujeres en Ciudad Juárez. Googleando un poco me topo con unos fríos y reveladores números: en los primeros 10 meses de 2008 la violencia de género provocó la muerte de 110 mujeres en Argentina. En el caso de Perú cuatro de cada 10 mujeres sufren violencia física por parte de su pareja y 9 mujeres son asesinadas al mes por su esposo, pareja o ex compañero. Mientras en Guatemala hasta noviembre de 2008 se produjeron 626 asesinatos de mujeres. La situación de México, según un informe que data de 2006, reveló que 67 de cada 100 mujeres de 15 años y más han padecido algún incidente de violencia. Asimismo, según la ONU, en algunas zonas de Haití el 50% de las mujeres jóvenes han sido violadas o agredidas sexualmente y una de cada tres es menor de 13 años. La voz lúcida de Rita Segato alumbra las siguientes observaciones:

Cuando analicé la situación de Ciudad Juárez me pregunté por qué en estas nuevas formas de guerra es tan importante secuestrar, torturar, demolir, desmontar, deshacer el cuerpo de la mujer mediante la agresión sexual. Pero, cuidado, es un gran equívoco llamarlos crímenes sexuales. […] La respuesta es porque a partir de la agresión sexual a esa mujer, se ataca al otro. Los femicidios en el Congo, por ejemplo, son la destrucción genital de las mujeres. Porque en el imaginario patriarcal, que es hegemónico y en el cual estamos todos enredados, la destrucción del cuerpo de la mujer es la desmoralización no tanto de aquélla sino de los hombres que deberían ser capaces de tenerla bajo su tutela, de protegerla.”.

En todo caso, la violación es el suicidio moral del violador, no del violado. Que estés muerta moralmente porque tuvieron acceso sexual a tu cuerpo es una imagen patriarcal que nos inculcan. Para las mujeres esto no es así: la vida sigue.”

“Tenemos un escenario de nuevas formas de la guerra que no sólo se da en Latinoamérica. […] Estos grupos insurgentes contestatarios, las guerras maras, las mafias, las guerras de la policía contra los pobres y los no blancos, que son las nuevas formas del autoritarismo estatal. Estas situaciones dependen del control de los cuerpos, sobre todo del cuerpo de la mujer, que siempre tuvo una gran afinidad con el territorio […] Siempre digo que el cuerpo de la mujer fue la primera colonia.”

“El género es una máquina genocida y los jueces participan del género. Son hombres, nadan confortablemente en la atmósfera hegemónica patriarcal. Y para el género no existen tiempos de paz.”
“Las estructuras elementales de la violencia, no es sobre violencia de género sino sobre cómo el género es violencia y esa violencia es la fundadora de todas las otras formas de violencia. Es la fundadora de un edificio completo, jerárquico de expropiación para construir poder y, por lo tanto, violento.”

“Pienso que todavía estamos en la prehistoria, con una concepción cruenta del sexo, hasta poder superar el patriarcado. Con la modernidad, el espacio doméstico se privatizó, fue pulverizado. No existe posición peor para la mujer que la familia nuclear.”

“La invención del genocidio como lo conocemos hoy, no es simplemente el ingreso de un ejército a un pueblo para pasar a cuchillo a todos sus miembros. Es un exterminio programado y a veces a largo plazo. Si observamos ese exterminio como absolutamente racional –y no soy yo quien lo dice sino Hannah Arendt–, esa posibilidad de planificar el genocidio como una máquina burocrática es moderna y comienza con la conquista de América.”

domingo, 12 de julio de 2009

Eliade y la grabadora: La prueba del laberinto.

Sí, se me ocurrió ese título como fruto de mi experiencia, no del diálogo, sino de la grabación, que impone entre nosotros en todo momento la presencia de la «máquina», cosa que para mí viene a ser una prueba, una verdadera «prueba iniciática» y a que no estoy habituado a tal cosa. De ahí el título de La prueba del laberinto. En efecto, por una parte supone la prueba, para mí, de verme en la necesidad de recordar cosas casi olvidadas. Y luego está el hecho de este ir y venir; de este empezar constantemente de nuevo, que es como caminar por un laberinto. Pero pienso que el laberinto es la imagen por excelencia de una iniciación... Por otra parte, considero que toda
existencia humana está constituida por una serie de pruebas iniciáticas; el hombre se va haciendo al hilo de una serie de iniciaciones conscientes o inconscientes. Sí, creo que este título expresa perfectamente lo que siento ante el aparato. Pero al mismo tiempo me agrada porque es una expresión muy justa, creo yo, de la condición humana

miércoles, 8 de julio de 2009

Los zapatos extraviaron
el brillo de la correa curtida
cómo el pantalón pantanoso
acompaña la camisa jorobada
cómo transita un hombre
que no es hombre
pues en Lima, a algunos,
-Maricones- les gritan.

Y solo es la suma de la resta
Ahora solo el pantalón como
Ese veneno
amargo y pantanoso
La camisa jorobada
Y nos cuantos soles para
la mirada enajenada del
cobrador

martes, 7 de julio de 2009


“Mi verdad en la cárcel”: el testimonio de Magaly Medina

Ha sido y es uno de los fenómenos editoriales más destacados del año (22 000 ejemplares vendidos), a pesar de ello, pocos se han detenido a revisarlo para hacer una descripción del mismo. Además, sin la intensión de serlo (ni por parte de Medina, ni por parte de editorial Planeta), se convierte en uno de los testimonios más vendidos de toda la tradición de este género en el Perú, es más que probable que sea el más vendido. Estas son algunas de las razones por las cuales me interesa comentar este texto, e indudablemente por que Magaly Medina lleva 12 años modelando el imaginario (el prejuicio, la moral, los códigos) de millones de peruanos.

Uno de los pocos que se ha detenido a revisar el testimonio de Medina ha sido Javier Agreda, pero falla en muchas de sus apreciaciones. Agreda define el estatuto del libro como crónica, cuando a claras luces es un testimonio, ¿por qué? Porque es una narración oral, se percibe claramente, en la cual se testimonia una experiencia que urge ser contada (“mi verdad en la cárcel”) y que ha pasado, y esta es la diferencia más destacada, por un proceso de transcripción. La crónica, si bien se puede basar en testimonios orales es después de todo una construcción discursiva de base escritural. El cronista, como es obvio, maneja la escritura; el testimoniante no; por eso testimonia. Precisamente, Agreda afirma que el libro está pésimamente escrito y dice: “Más aún, resulta evidente que el libro no ha sido “redactado” sino que es el resultado de la trascripción de algún testimonio verbal de Magaly Medina.” Entonces, el mismo autor deja claro el estatuto de libro sin siquiera saberlo y justamente si es resultado de una entrevista oral, no se le puede pedir lo que se le pide a un texto redactado: que se encuentre “bien escrito”. Es sabido que los códigos y las formas de la oralidad son diferentes a las formas de escritura (acumulativa, aglutinante, sin subordinación). Agreda descalifica el libro tildándolo de un producto informal. Creo que sobre esta idea subyace una forma muy limitada de concebir los discursos impresos: son buenos aquellos discursos que están “bien escritos” (una élite determina esto). Me pregunto dónde van a parar esos libros que no están “bien escritos” o son productos, como en este caso, de la transcripción oral.

Planeta, si quererlo, ha firmado un hito en la prolongada tradición testimonial en el Perú. Ha editado, más allá de la “calidad” que el género exige, el más popular de todos los testimonios que se han venido publicando desde hace más o menos cuarenta años. La tradición testimonial, se inicia con los trabajos de Matos Mar y José Sabogal Wiesse a fines de los sesentas; pero los testimonios que recogen las voces de mujeres podríamos decir que tiene su partida de nacimiento con la inclusión del testimonio de “Asunta” (esposa del personaje central) en el libro Gregorio Condori Mamani. Autobiografía (1977). El mismo Matos Mar en la segunda edición de Las barriadas de Lima 1957 (1977) publica un puñado de testimonios de mujeres migrantes. También podemos mencionar Cinturón de Castidad (1979), testimonios de tres mujeres anónimas acerca de su sexualidad en una sociedad tradicional y represiva como la peruana de mediados del siglo XX. En los ochentas tenemos el testimonio (inédito) de Julia Peralta, cantante folclórica cusqueña. En la presente década se suman Soy Señora. Testimonio de Irene Jara (2000), el testimonio colectivo Las hijas de Kavillaca (2003) y Koshi Shinanya Ainbo. El testimonio de una mujer shipiba. (2005).

Es sintomático que los testimonios con más frecuencia hayan recogido la voz de varones. Si se ha afirmado que el testimonio fue el género que ampliaba el espacio de enunciación para aquellas comunidades e identidades subalternizadas y arrebatadas de un espacio simbólico de participación; ha sido contradictorio, pero a la vez revelador, que la producción de testimonios en el Perú se haya centrado más en las figuras masculinas, dejando relegado a un lugar de subordinación a las voces femeninas; repitiendo, discursivamente, el doble grado de subalternidad al que siempre se encontraron expuestas las mujeres: ¿qué es peor, ser varón pobre o mujer pobre o incluso homosexual pobre? La respuesta es obvia. Es también trabajo pendiente, hasta la actualidad, los testimonios de minorías como la comunidad gay.

Retomando el testimonio de Magaly Medina, más allá del peculio y de la popularidad que demande la publicación de un libro exitoso, cuáles fueron las motivaciones de testimoniar sobre una experiencia límite como ir a dar a una prisión. Es obvio que Medina es una de las mujeres con más poder e influencia en el país, su voz, oralidad masmediatica (oralidad secundaria en términos de Walter Ong), es la antípoda de una voz subalterna. Incluso, una encuesta la eligió como una de “las voces” más influyentes en el Perú en el 2008. Por ello pienso que el hecho de caer en prisión condiciona su testimonio. Me explico, al ser recluida entro en un proceso de subalternidad nada imaginado por ella e incluso por sus seguidores y detractores. Sin la poderosa máquina de expresión de MagalyTeVe solo encontró en su revista (medio bastante limitado) un espacio discursivo para hacerse oír, o mejor dicho, hacerse leer esporádicamente a través de escuetas cartas. Lo más destacado de esta caída es que ahora Magaly Medina tenía que soportar la representación de otros: los periódicos. Lo que se supiera de ella (dentro de la cárcel), pasaría por el filtro de la implacable subjetividad e intereses de los tabloides. Golpe letal a alguien que ejerció esa misma licencia durante años. En este sentido, la televisión no hubiera sido el canal adecuado para contar y responder sobre su experiencia carcelaria y lo que ella entendía como un abuso de la justicia peruana. Urgía la necesidad de contar “su verdad” desde otro medio, responder desde el mismo medio que la había representado, quizá arbitrariamente, durante su estadía en Santa Mónica, este era el medio escrito pero, destaquemos, desde una base oral. Paradójicamente se responde desde un medio híbrido que es esencialmente oral (del tipo de oralidad que performa en su programa) pero bajo un formato escritural. Con la necesidad de representarse a sí misma y a partir de esta acción volver a recobrar ese poder tan esquivo durante su reclusión. Después de la resonancia de los ejemplares vendido es obvio que lo consiguió con creces.

Finalmente, al parecer las causas por las cuales se optara por un texto de base oral fue que Magaly Medina no manejaba con la misma soltura el discurso escrito. Había la necesidad de tener un tono confrontacional que fuera una verdadera respuesta a los discursos que se había construido en torno a su experiencia carcelaria, discursos provenientes desde los medios e incluso desde la instancia gubernamental. Además y no menos importante está la necesaria cuota de victimización. Estas necesarias estrategias discursivas van mostrando meridianamente como el testimonio es el espacio discursivo para las víctimas o por lo menos para quienes se consideran así. Resulta sugerente constatar como su oralidad explayada a lo largo del libro encuentra un tono adecuado para contar “su historia”, consiguiendo estos efectos. En las últimas líneas nos cuenta un poco de los sentimientos que la embargaron al recobrar su libertad: “Nadie tenía rostro. Nadie tenía cara. Estaba haciendo arrastrada por un tumulto y con las cámaras, como un astronauta que llega a la Luna. Y de verdad, en se momento quería expresar mi felicidad, pero no sabía cómo. Entonces me paré y abrí los brazos para agradecer a todo el mundo. ¡Había salido! ¡Estaba libre! ¡Mírenme todos los críticos, estoy aquí! ¡Mírenme, estoy aquí! La gente estaba emocionada. La gente lloraba por la calle.” (192). Y es que en algunas circunstancias siempre resulta más fácil hablar.