viernes, 30 de abril de 2010

Un inédito de Gramsci

Fuente: www.pagina12.com.ar

A continuación, en forma íntegra, el artículo juvenil de Gramsci sobre la cuestión armenia, publicado en El Grito del Pueblo, el 11 de marzo de 1916:

“Es siempre la misma historia. Para que un hecho nos interese, nos toque, es necesario que se torne parte de nuestra vida interior, es necesario que no se origine lejos de nosotros, que sea de personas que conocemos, de personas que pertenezcan al círculo de nuestro espacio humano.

“En Padre Goriot, Balzac hace formular a Rastignac la siguiente pregunta: ‘Si cada vez que comiese una naranja, muriera un chino, ¿desistiría usted de comer naranjas?’. Y Rastignac responde más o menos lo siguiente: ‘Las naranjas están cerca de mí, yo las conozco, los chinos están tan distantes que no sé si realmente existen’.

“Tal vez nunca llegaremos a dar la respuesta cínica de Rastignac. Entre tanto, cuando vimos que los turcos masacraban a millones de armenios, ¿sentimos el mismo dolor agudo que experimentamos cuando somos testigos del sufrimiento y la agonía, o cuando los alemanes invadieron Bélgica? Es una gran injusticia no ser reconocido. Eso significa quedar aislado, cerrarse en el propio dolor, sin posibilidad de contar con el apoyo de afuera o de la comparación. Para una nación significa la desintegración lenta, la anulación progresiva de los lazos internacionales. Significa ser abandonado, quedar indefenso frente a los que no tienen razón, pero sí tienen espada y dicen cumplir un deber religioso a través de la destrucción del infiel. Así, en sus momentos más dramáticos, Armenia solamente recibió unas pocas expresiones verbales de conmiseración y de repudio a sus ejecutores. ‘Las masacres armenias’ se tornaron proverbiales, pero fueron apenas palabras que sonaron huecas y fallaron en configurar las imágenes de hombres de carne y hueso. Hubiera sido posible obligar a Turquía –dependiente como era de todas las naciones europeas– a no atormentar a quienes tenían como único deseo ser dejados en paz.

“Nada fue hecho, o por lo menos nada que produjese resultados concretos. Apenas Vico Mantegazzo citó, ocasionalmente, a Armenia, en sus prolijas divulgaciones sobre política oriental. La Primera Guerra Mundial levantó, una vez más, la Cuestión Armenia, más sin mucha convicción. Cuando Erzerum cayó en poder de los rusos la retirada de los turcos de los territorios armenios recibió en nuestra prensa menor espacio que el dedicado al aterrizaje del Zeppelin en Francia.

“Los armenios que están desplegados por Europa debían habernos hablado sobre su país, su historia, su literatura. Lo mismo que aconteció en Persia, ocurrió con Armenia. ¿Quién sabe que los grandes árabes (Avicena, Averroes y otros) son en verdad persas? ¿Quién sabe que casi todas las cosas que pertenecen a la civilización árabe son en realidad persas? O aún más, ¿cuántos de vosotros tenéis conciencia de que todos los esfuerzos recientes para modernizar Turquía se deben a los judíos y a los armenios?

“Los armenios deberían haber hecho conocer Armenia. Deberían haberla traído a la vida y a las mentes de los que la ignoran, que nada saben a su respecto y que por eso no le tienen simpatía.

“Alguna cosa está siendo hecha en Turín. Una revista llamada Armenia está siendo publicada, y a través de diferentes colaboradores se habla sobre el pueblo armenio: quiénes son, qué quieren, en qué se pretenden transformar.

“En ese proyecto, debe ser incluida la publicación de varios libros que introduzcan más persuasivamente y con mayor fuerza a la historia, la cultura, la poesía y la lengua del pueblo armenio.”

Hasta allí Gramsci. Siempre un adelantado. Siempre con los que sufren. Los argentinos, en los organismos internacionales, debemos luchar para que Turquía reconozca su genocidio en todos sus detalles. Nosotros, que en nuestro territorio ocurrió el nefasto método de la “desaparición de personas”, uno de los peores crímenes masivos de la historia de la humanidad, la llamada “muerte argentina”, tenemos ese deber de conciencia.

viernes, 23 de abril de 2010

ALICIA EN EL PAÍS DE LAS MARAVILLAS (Tim Burton)




La película representa dos mundos: la alta clase inglesa del siglo XIX y El País de las Maravillas. Si algo diferencia marcadamente ambos mundos es que en el primero, los hombres ejercen el poder, el control, la hegemonía; en el segundo, las mujeres lo hacen en una dualidad marcada por la oposición (Reina Blanca y Reina Roja). Ambos mundos son articulados por Alicia, pues es la única que transita entre uno y otro. Su mundo, sociedad inglesa, es un mundo con marcadas convenciones y reglas asfixiantes que condicionan la libertad de la mujer. Alicia transgrede este mundo a través de actos tan simples pero definitorios: no usar medias ni corsé. Además, está a punto de ser comprometida con un hombre que no le produce ninguna afección positiva. El amor signado por el deseo sexual y en enamoramiento no es posible.

El Mundo de las Maravillas simbolizaría un proceso interior y personal en el cual Alicia decide enfrentarse a todos esos mandatos que le exigen un modo particular de ser. La lucha final con el monstruo y su victoria simbolizaría un no rotundo contra lo que se esperaba de ella (un compromiso que se consumaría en el matrimonio y la crianza de los hijos. En definitiva, una vida restringida al ámbito privado). Finalmente, su libertad termina consolidándose con un viaje lejano a una colonia inglesa (China).

Entonces, el discurso de la película repite sin mayor innovación el discurso reivindicativo de la libertad y autonomía de las mujeres que se ha ido asentando en los últimos cuarenta años y que hoy forma parte de la oficialidad en el mundo occidental. Si bien Alicia es escogida como lideresa en la cruzada contra la Reina Roja porque tiene una sensibilidad particular para percibir la naturaleza (más allá del oráculo, ella ve al conejo que lo guía al inframundo). En este sentido sigue el estereotipo que afirma que las mujeres están más vinculadas a la naturaleza (por su capacidad reproductiva y nutricia) que a la cultura (patriarcal, monopolizada por los hombres). Obviamente, la cultura goza de mayor status (Sherry Ortner). Si en algo coinciden Alicia, La Reina Blanca y La Reina Roja es en el contacto más próximo con los animales: Alicia es sensible al contacto con ellos (mientras baila antes de ser comprometida, pierde el compás al ver el vuelo de las aves), La Reina Roja esclaviza a los animales y La Reina Blanca aboga por una relación más igualitaria entre la especie humana y estos. Además, esta reina tiene prácticas de brujería (en una escena se la ve preparando una poción). Nuevamente, se cae en el estereotipo de mujer como bruja. Durante la caza de brujas en el siglo XVII la proporción entre brujas y brujos fue de 8 a 1 (Álvarez Uría). Es decir, la mujer nuevamente vinculada con lo irracional, alejada del paradigma que gobernó la modernidad. Finalmente, Alicia tiene que tomar rasgos de masculinidad para vencer al monstruo: armadura (invulnerabilidad) y espada (forma fálica). Es decir, Alicia necesita ser una mujer fálica para dar muerte a todos sus resquemores. La pregunta que queda abierta es si no habría otras formas para alcanzar la libertad.

viernes, 2 de abril de 2010

Hay días que las tetas me persiguen By Pedro Mairal

hay días que las tetas me pesiguen
a partir de noviembre sobre todo
las tetas me provocan a su modo
me buscan y me apuntan y me siguen
con el calor asoman se acrecientan
inundan sobresalen en su altura
con su poder plural y su bravura
las tetas en noviembre me atormentan
llenan todo de sed y van triunfantes
se posan en el aire y al mamífero
lo abisma tanto escote tan mortífero
le duele tanta vida por delante
yo me quiero morir arrinconado
por un gran par de tetas sepultado