sábado, 26 de septiembre de 2009


Página no escrita en un Diario.

No puedo recordar lo que hacíamos con mi primo Lucho en el cuarto de al lado. Solo recuerdo que nuestra angustia se derrumbó cuando explotó el llanto en la habitación de al lado, lo que habíamos esperado en silencio durante meses, desde que habíamos migrado a esta ciudad, había llegado: mi madre lloraba porque mi papá empezaba a morir, aunque hacía meses que ya no vivía. Corrimos hacia esa habitación, donde horas después lo velarían. Lo primero que evoco de aquellos días es el aparatoso ataúd alquilado para un cuerpo que se había hecho tan pequeño y endeble como aquella casa prefabricada en la cual vivimos parte del 97, todo el 98 y días del 99: las paredes de madera comprimida, el techo encalaminado, las ventanas de plástico, como los vasos, el baño fuera, entre los alacranes que aparecían en aquel arenal al sur de Lima, en Villa María del Triunfo.

Sí, recuerdo a los alacranes y la perrita de la casa que también había migrado con la familia. La lluvia y los cerros también parecían haber migrado con nosotros. El 98 fue un año de fenómeno de El Niño. Los cerros desérticos lucían verdes, simplemente hermosos. Las noches parecían a la de la ceja de selva con la intensa lluvia golpeando un techo que también era como los de allá, solo que más rudimentario. Ahora que una vez más lo evoco, si alguna vez me preguntan si sé lo que es ser pobre, puedo afirmar. No hay orgullo, tampoco pudor solo una distancia que hoy después de 11 años he podido llevar a la palabra. Al menos en un fragmento irregular de aquella narrativa intima, partido así, en dos párrafos inconexos.

sábado, 12 de septiembre de 2009


Te encuentro entre brujos y ritos proteicos, Diana Cazadora.

Apareces Diana Z, Cazadora. Te vuelvo a ver después de muchos meses, pero no en el espacio de la vigilia, sino en este nocturno rito del sueño.

Ahora tengo un nudo que atraviesa mi garganta. De él me voy quitando, primero, filamentos de papel blanco, luego una larga cuerda igual de blanca. No sé como me endorcizaron aquellos restos. Hay un alivio, cierta paz mezclada con angustia en forma de una gran interrogación.

Tú, luego de convertir la cuerda en el origen de un fruto, me explicas con certeza que todo aquello fue obra de dos brujos, cuyo poder está más allá de ser vivo o muerto. Pero antes nos abrazamos, pegas tus labios prolongadamente sobre una de mis mejillas.

Hay un lazo muy especial entre nosotros, Cazadora, que no se mide por la cantidad de encuentros que hemos tenido, sino por intensidad de aquellos, que han sido tan escasos. Luego, intento besarte en los labios y sutilmente optas por la mequilla. Percibo de cerca tu piel de mujer madura y es lo mejor…una Cazadora que es como una madre.

martes, 8 de septiembre de 2009

OCHO

Hay momentos en los cuales realmente he vuelto a vivir: purificado, optimista, la belleza era el filtro por el cual percibía lo real. Vivo era la euforia, sabiendo que lo bueno me esperaba en forma de una niña con carrillos amplios. Vivo sentirse poderoso, amado por uno mismo, capaz de cualquier cosa, de cosas imposibles. Y uno piensa que ya no caería, que no sucumbiría, que no seguiría el sendero de los muertos, un padre o un hermano suicida.

Y es que no es necesario estar muerto para no vivir y hoy, después de un baño que he buscado que sea reparador, siento que no he vivido un poquito. Me agobian los pasos diarios, el rumbo incierto por un gran laberinto que solo intuyo de a poquitos. Un llanto contenido que me avergüenza, como anclarme en el pasado de una memoria herida, que no se lleva a la realidad de la palabra. Es implacable, pero todos somos nuestra memoria.

domingo, 6 de septiembre de 2009

Una escucha aleatoria a propósito de Fuerza Natural.


Pertenezco a esa generación que atraviesa la recta de los veinte, que pasó de grabar casettes a descargar música en Ares, y que también de tanto en tanto, aunque escasamente, compraba CD’s originales. Así que no lo pensé mucho cuando pude descargar Fuerza Natural (el último disco de Cerati luego de “la burbuja en el tiempo” que significo la gira “Me veras volver”). Fui escuchando las nuevas canciones aleatoriamente, según cuan rápidas iban descargándose, y bajo el tamiz de los pequeños parlantes de mi PC. Este ejercicio tan contemporáneo me llevo a no tener una impresión adecuada: el disco me pareció soso, de una medianía que me sumía en el aburrimiento y la desilusión. Luego cambie un poco de opinión, ojo, tampoco creo que sea un gran disco.

Se puede pretextar que una buena canción suena bien donde sea y bajo cualquier formato, es cierto. M, una entrañable amiga, me comenta que en algunos foros (zonasdepromesas.com) se criticaba a favor y en contra del nuevo disco y que algún comentario agudo mencionaba la calidad del masterizado de Fuerza Natural. A partir de esto, la pregunta que surgía en mí es cuántos escucharon las nuevas canciones habiendo seguido el ritual de comprar el disco original. Y es que comprar un disco original daba paso a un rito que se va perdiendo y que incluso nunca calo en países pobres como Perú: situar el CD en la bandeja y dejar que fluya bajo la reproducción y potencia de unos parlantes adecuados y no bajo el formato empobrecedor del mp3, que borra todo surco de fineza (originalidad lograda por el masterizado). Además, toda la atmosfera auditiva podía ser acompañada, muy persuasivamente, por las novedades del diseño impreso del booklet en su conjunto.

Si bien, a disgusto de la mayoría de los músicos, hoy la música es gratis y se celebra a menudo, los oyentes hemos pagado un costo al dejar ir esa aura de aquel endeble ritual creado en el siglo XX con la reproductibilidad técnica. Creo que a pesar que lo afirmaba Benjamin, también se podía encontrar en la reproductibilidad técnica un halo sagrado (ahora era posible escuchar música en el espacio privado y no solo en el espacio público de los conciertos). Incluso hoy se siguen creando atmósferas sagradas. Entiendo lo sagrado como un espacio vitalizador que rompe con la rutina y la cotidianidad y nos aproxima a un espacio cargado de divinidad y de amor (a veces en su más puro estado): me veo descargando canciones, sin pensar en creaciones conjuntas ni formatos, y compartiéndolas hasta el amanecer.

En cuanto al disco, luego de ritualizar un poco el ambiente, tampoco tengo el animo de ir a una discotienda, de Fuerza Natural me ha gustado: “Desastre”, “Rapto”, “Cactus” y Naturaleza muerta”.