sábado, 12 de septiembre de 2009


Te encuentro entre brujos y ritos proteicos, Diana Cazadora.

Apareces Diana Z, Cazadora. Te vuelvo a ver después de muchos meses, pero no en el espacio de la vigilia, sino en este nocturno rito del sueño.

Ahora tengo un nudo que atraviesa mi garganta. De él me voy quitando, primero, filamentos de papel blanco, luego una larga cuerda igual de blanca. No sé como me endorcizaron aquellos restos. Hay un alivio, cierta paz mezclada con angustia en forma de una gran interrogación.

Tú, luego de convertir la cuerda en el origen de un fruto, me explicas con certeza que todo aquello fue obra de dos brujos, cuyo poder está más allá de ser vivo o muerto. Pero antes nos abrazamos, pegas tus labios prolongadamente sobre una de mis mejillas.

Hay un lazo muy especial entre nosotros, Cazadora, que no se mide por la cantidad de encuentros que hemos tenido, sino por intensidad de aquellos, que han sido tan escasos. Luego, intento besarte en los labios y sutilmente optas por la mequilla. Percibo de cerca tu piel de mujer madura y es lo mejor…una Cazadora que es como una madre.