sábado, 26 de diciembre de 2009



-Los 26 se han sumado 14 veces-,
ha repetido mamá
Y hoy solo recuerdo el último
y su promesa de vida
Y hoy solo recuerdo el primero
y su Realidad de muerte

Los 26 se han ido sumando
14 veces los años del hijo
Y Hoy solo recuerdo los
Ojos quebrados
El cuello mutilado

martes, 22 de diciembre de 2009

Nostalgia de fin de siglo

Hace diez años existía una euforia matizada con cierto temor y expectativa por el nuevo milenio. De eso hace ya diez años. Y lo que más recuerdo de esa época no son las sensaciones sino las canciones que en ese momento formaban parte de mi banda sonora diaria, ya sea porque las escuchaba porque quería o porque fuera inevitable hacerlo (en el micro o en alguna tienda). Casi no recuerdo un olor particular de aquella época, 1999, y mis únicas galletas de Proust son precisamente las canciones y no las fotografías o cualquier otro medio de reproducción técnica.

El orden es una cuestión aleatoria



Telefonica, lamentablamente, hizo de esta un sonsonete repetitivo hace algun tiempo.



El desenchufado de Mana, como ceremonia del fin del matrimonio entre el rock en español y MTV. (El canal no envejece sino nostros)



Ella esta de moda.



Bella cancion del Salmon.



El playback y los años que no pasan en vano.

domingo, 13 de diciembre de 2009

“La guerra nos rompió en mil pedazos”


Acaba de aparecer Invisible, el nuevo libro de Paul Auster. Esta entrevista la extraigo de la pagina web del diario argentino Critica.

La última novela de Paul Auster, Invisible (Anagrama), comienza en Nueva York en 1967, cuando el veinteañero Adam Walker, un aspirante a poeta que estudia en la Universidad de Columbia, conoce al francés Rudolf Born, un ex militar que participó de las incursiones de su país en Argelia. La relación lleva a Walker de Nueva York hasta París, donde conoce a Cecile -una ambiciosa y floreciente estudiante-, y de ahí a California, donde pasará sus días escribiendo sobre su vida. Escrita en cuatro partes, Invisible –la décimoquinta novela de Auster-, sondea el significado de la narrativa, la creación literaria y la verdad, y penetra en la relación compleja entre memoria e identidad.

-¿Por qué elegir los tiempos de Vietnam para comenzar este libro?

-Nunca puedo decir por qué hago una cosa. Supongo que puedo decir cómo, cuándo y qué. Pero el “por qué” es impenetrable para mí. Las historias surgen como de ninguna parte y, si parecen convincentes, uno las sigue. Uno las deja desenvolverse adentro suyo y mira hacia dónde llevan. Esta me fascinó. Pienso que estaba interesado en explorar la juventud otra vez. Los tres libros previos fueron todos sobre gente mayor y ya exploré eso lo suficiente, al menos por un tiempo. También fueron los aniversarios por los 40 años de la guerra, y a partir de eso varias cosas fundamentales de mi juventud están siendo reexaminadas.

-Muchas partes de Invisible están basadas en la memoria, en lo que la gente recuerda sobre la manera en que ciertos eventos suceden. Pero, como usted muestra, la memoria tiene sus fallas. Para usted, ¿cómo se relaciona la memoria con la narrativa y la ficción?

-Déjeme que le cuente una historia sobre la memoria. No está conectada con el libro, pero está conectada con ese tiempo, así que tiene su relevancia. Uno de mis profesores en Columbia fue Edward Said, que murió hace algunos años. Él fue el tutor de mi tesis de master, que fue el último paso de mi educación. Edward publicó póstumamente un libro llamado On Late Style. Fue compilado por otro antiguo profesor mío de Columbia, Michael Wood, que sigue siendo un buen amigo. En el libro hay un ensayo sobre Jean Genet. No puedo recordar en qué año fue, debe haber sido el 69, pero Genet vino al campus de Columbia para apoyar a los Panteras Negras. Como yo sabía francés, me preguntaron si podría ser su intérprete por el día: algo que acepté con gusto. Recuerdo que dimos algunas vueltas con él, y que estaba de muy buen ánimo. Tenía una pequeña flor detrás de su oreja, hablaba tranquilo, sonreía, y fue un lindo día de primavera. Edward escribe en su ensayo que recuerda la visita de Genet a Columbia. Él escribe que uno de sus estudiantes corrió hacia él y le dijo: “Genet está viniendo de verdad y yo soy su intérprete”. No me acuerdo de haber corrido hacia Said ni de haberle dicho eso. Después él dice que Genet habló y que sus dichos eran muy simples en apoyo de los Panteras Negras y en contra del racismo en Estados Unidos, pero que el estudiante-intérprete elaboraba de otra manera los comentarios y hacía todo tipo de acusaciones contra el imperialismo y el capitalismo estadounidense. No recuerdo si fui o no el que lo interpretó cuando dio su discurso. Yo era muy tímido y seguramente no quería hacerlo. Sé, sin embargo, que si yo hubiera sido esa persona nunca hubiera elaborado otro discurso. Simplemente es algo que no hubiera sido capaz de hacer y que tampoco hubiera querido. Cuando vi a Michael Wood hace poco hablamos sobre esto. Él me dijo: “Es posible que Edward confundiera todo”. Y, entonces, tenemos este enorme hueco de memoria: no puedo acordarme de si lo hice o no, y él no puede recordar lo que pasó en realidad. Estuve intentando armar el rompecabezas las últimas semanas y no lo puedo resolver. Invisible funciona un poco como este episodio.

-El libro trata sobre la narrativa, sobre las distintas formas que puede tomar, las varias voces que puede tener, los diversos acercamientos que un autor y un lector pueden tener a una historia. Para usted, ¿cuáles son las partes más importantes de la narrativa?

Es difícil de decir, todo es importante. La fuerza central que me llevó hacia el libro fue la relación entre Born y Walker. Fue lo primero que vino. El libro se transformó en algo más que eso, por supuesto, pero no deja de ser un tema constante. Pienso que tiene que ver con la manera en que la gente joven, incluso gente brillante (y Walker lo es), son muy inocentes y tienen muy poca experiencia para entender a cierto tipo de gente con la que se involucran.

La mayoría de la gente a esa edad tiene experiencias similares, quizás no tan dramáticas, pero la idea general es: se involucran con la gente y se chocan contra una pared. Es un momento fascinante de la vida porque a los 30 uno no comete esos errores. Uno lee a la gente más rápido. Uno puede oler lo que viene, pero a los 20 todo es una aventura y todo es nuevo y sucede por primera vez. No querés privarte de experiencias. Entonces, Walker es lo suficientemente abierto para permitir que Born sea su amigo pero también lo suficientemente estúpido para pensar que los extranjeros van por el mundo dando dinero para que un estudiante arme una revista.

-Su libro anterior tenía mucho que ver con la guerra. Y también ocupa un lugar importante en éste. ¿Cómo aparece la guerra en su proceso de escritura?

-Estamos rodeados por ella ahora, ¿no? Estamos tan sumergidos en eso que es difícil pensar en otra cosa. Ya estuvimos en Irak más de lo que peleamos en la Segunda Guerra Mundial, y ha sido el mismo tipo de desastre, en una escala mucho menor, de lo que fue Vietnam. Ahora está Afganistán, que nunca se termina. Todos parecen intentar atacar a todos en todo el mundo. Cada día abro el diario y alguien le está disparando a otro, o bombardeando a otro, o amenazando con hacerlo. En este libro, estoy hablando de Vietnam. Es difícil explicar lo que esa guerra hizo a la sociedad estadounidense, cómo nos rompió en mil pedazos. No creo que alguna vez nos recuperemos. El hecho de que hayamos podido ir a Irak sin ninguna razón terrenal me parece doblemente trágico porque no aprendemos nuestras lecciones. No hay ningún final para esa guerra salvo la humillación, la derrota, y las muertes de innumerable cantidad de personas inocentes. Me estuve golpeando la cabeza contra la pared por la frustración.

Born es francés y es alguien que experimentó las debacles francesas: Argeria e Indochina, lo que sería Vietnam para Estados Unidos. Esas dos cosas arruinaron Francia también. Francia nunca volvió a ser la misma. La violencia de las guerras imperiales erosiona a la sociedad. Y mis dos últimos libros exploran eso.

-¿Cree que son inagotables las maneras en que puede explorar, en su escritura, la idea de la guerra o de lo que pasa con la gente que se involucra en la guerra?

-Es interesante que diga eso porque recién terminé otro libro, una nueva novela que tiene misma longitud que Invisible. Está ubicada en este tiempo, 2008 y 2009, con muy pocos personajes. La mayoría de las personas en el libro tiene poco menos de 30 años y una es un estudiante que está escribiendo una disertación sobre la Segunda Guerra Mundial y las secuelas inmediatas que tuvo en la sociedad estadounidense (45-47): cómo se refleja en libros, novelas policiales, películas y otras manifestaciones del arte pop. Parte de la novela entonces explora a las jóvenes generaciones de ese período, lo que quiere decir: la generación de mis padres. Mi madre nació en 1925, o sea que tenía 16 años cuando Estados Unidos entró en la guerra. En otras palabras, la última parte de su adolescencia y su temprana adultez las vivió a la sombra de la guerra.

Esa generación está completamente marcada por la Segunda Guerra Mundial. El efecto de la guerra en los soldados es a veces escondido debajo de la alfombra. La gente estaba arruinada. Las vidas absolutamente destruidas. El padre de mi mujer era un conscripto de 19 años en la guerra. Él devino primer sargento en el Pacífico. Nunca pudo deshacerse de esa historia. Mi mujer, Siri, usó las cosas que su padre escribió en aquel momento en su última novela, Elegía para un americano. Él sirvió en la ocupación en Japón y fue desafectado en el 46 cuando lo mandaron a casa. Fue la persona más sana, racional y sincera que conocí. Volvió al campo en Minnesota, el pobre y quebrado campo que había caído junto con la Depresión, y pasó todo el verano tumbando árboles. Uno tras otro. Perdió la cabeza por el trauma. Así que, otra vez, en el nuevo libro, hablo de la guerra. Es solo un aspecto de la novela, que es sobre todo acerca de otras cosas, pero no puedo dejar de pensar en ese tema.

-Usted dice que mientras escribe va descubriendo hacia dónde se dirige. Este libro está escrito en distintas partes bien definidas. ¿Cuándo llegaba al final de una parte, sabía adónde llegaba?

-Sí. Es gracioso porque el libro está escrito en primera, en segunda y en tercera persona. Está escrito en pasado y en presente. En términos de narrativa, la historia de Walker termina en la parte tres. La parte cuatro es una especie de coda, pero sin ella el libro no tendría el efecto que tiene.

-Escribiendo sobre su trabajo en el New York Review of Books, Michael Dirda decía que sus personajes tienen el hábito de fugarse a través de historias. ¿Qué tiene esta fuga que es tan fascinante para usted y sus personajes?

-Escribí algunas novelas que son historias lineales que van de la A a la B, de la B a la C y así hasta la Z. Otros libros son más complejos. Creo que la historia que tengo ganas de escribir depende del humor que tengo. Me siento a merced del material. No busco manipular lo que viene. Escucho, y sigo. Siento que puede haber efectos interesantes en lo que llamo collage. Cuando uno tiene dos o tres o cuatro cosas en juego con espacios entre ellas, puede haber cierta energía que es creada en esos espacios entre los diferentes elementos del collage.

-Una última pregunta sobre Invisible: el título está conectado al libro pero no es obvio. ¿De dónde viene eso?

-Yo creo que usé la palabra “invisible” muchas veces en el libro, siempre muy conscientemente. La primera vez es cuando describo la cara de Born. Él dice: “Esa era la clase de rostro que se haría invisible en una multitud “. Él habla sobre la opresión en Estados Unidos, particularmente acerca de cómo los negros pobres parecen invisibles. Cuando Freeman está volando en el medio de la noche de vuelta a su hogar, desde California hacia Nueva York, él dice: “Hay un Estados Unidos invisible debajo mío”. En las últimas páginas del libro, cuando Cecile está bajando la montaña, ella escucha algo pero no puede verlo. Y como no puede verlo, ella no tiene idea de qué está escuchando. Creo que, en algún sentido, esa es la manera en que funciona el libro. Escuchamos cosas, pero no siempre podemos verlas, o, aunque sí las podamos ver, no estamos seguros de que estamos viendo correctamente. De ahí viene Invisible.

Los tiempos de escritura de cada novela nueva

-Esta es su décimo quinta novela y dijo que acaba de completar otra. ¿En el tiempo en que escribió estas novelas, su manera de trabajar cambió? ¿Ha habido alguna marcada diferencia en la manera en que usted empieza y termina?

-Las cosas han cambiado en los últimos años. Durante mucho tiempo tuve ideas acumuladas; entonces sabía bien mientras escribía una novela cuál sería la próxima o esperaba saber cuál sería. Siempre pensaba en el próximo libro mientras escribía otro. Tenía un pequeño pacto conmigo mismo. Es difícil de explicar la obsesión que puede implicar escribir una novela, cómo puede tomar todos los pensamientos que a uno le aparecen. Creo en el poder del inconsciente. Cuando termino el trabajo del día, trato de sacar el libro de mi cabeza. No es fácil. La zona peligrosa, el momento más riesgoso, es cuando estoy recostado en la cama justo antes de dormir. Durante años pensaba: “Sacate el libro de la cabeza, pensá en el siguiente”. Pensaba en la próxima historia o en el próximo libro. Justo hasta Brooklyn Follies, así funcioné. Sabía, más o menos, cuál era la siguiente cosa que quería hacer. Luego, de repente, los cajones estaban vacíos. He escrito cuatro libros desde ese momento, dos cortos y dos largos, con un gran intervalo entre el fin de uno y el inicio del otro. Creo que después de Invisible pasaron seis o siete meses hasta que empecé a escribir el nuevo libro. Cada uno de estos cuatro libros fue escrito en el medio de una furia.

-Entonces, ¿qué hace con este tiempo?

-Uno empieza a sentirse un inútil. He estado haciendo muchas pequeñas cosas en los últimos dos meses para estar ocupado.

viernes, 11 de diciembre de 2009

A estos hombres tristes

Salva tu piel, la ciudad te llevó el verano.
Ponte color, que al morir los hombres son blancos
más blancos
que al volar sin volver,
sin volver, que al volar sin volver.
Tú tienes pies y tienes manos
pero no se ven.
Si tus pies hoy nacieron viento
déjalos correr
y si tus manos con las plantas,
déjalas crecer.
Vive de azul, porque azul
no tienes domingos
Ríete al fin, que llorar
trae tanto frío
Mas frío, que olvidar como ver,
como ver, que olvidar, como ver.
Una vez vi que no cantabas
y no se porqué
si tienes voz , tienes palabras
déjalas caer
cayéndose suena tu vida
aunque no lo creas.
Cuanta ciudad, cuanta sed
y tu un hombre solo.
Cuanta ciudad, cuanta sed
y tu un hombre solo.
Cuanta ciudad, cuanta sed
y tu un hombre solo.
Cuanta ciudad, cuanta sed
y tu un hombre solo.
Cuanta ciudad, cuanta sed
y tu un hombre solo.