jueves, 30 de junio de 2011

MEMORIA DE LA DEPRESIÓN

18 de diciembre, de noche.

Es un lugar común, pero me enfrento al horror de la página en blanco. No sé cómo iniciar a re-crear este estado que me acecha una vez más. Regina ha hecho que caiga en conciencia que siempre me acompañará. La ingenuidad hizo creer que bastaba con las pastillas (por un tiempo) y que luego sería parte del pasado, pero la depresión viene de mi pasado, es parte de mi presente y se arraigará en el futuro. El único gran reto es sobrevivir, tener una vida digna, que todo ello no termine con un hombre colgado de una cuerda o con un tiro en la cabeza. Morir de forma natural.

Hemos vuelto a nuestros rituales, ahora solo una vez por semana. He tenido la sensación que a pesar de eso ha sido intenso. La he sentido más participativa, siento que ha elaborado por mí, no sé si esté bien. Última conclusión: mi familia es depresiva, la narrativa de vida de mis abuelos está signada por el desamor, por la violencia, por la muerte, en especial por la muerte, por la ausencia, por la soledad, por el silencio, por lo no integrado, por una historia que no se cuenta, que se pierde con un niño vagando por las calles en las cuales no nació (mi padre)

Este estado en especial me acompaña en las segundas partes de los años. Puedo contabilizar y describir con claridad el estado depresivo de los últimos años. Desde el 2004. El otro día decía: el año debería de acabar en julio. Luego de julio todo se tiñe de gris, de hastío, de inseguridad, de vació, de silencio, se me ata la lengua y no hablo. Pero si el año tuviera dos partes, un año seria sosegado y el otro una mierda. Sería lo mismo.

En la tarde dormí un poco. Soñé que hablaba con Rocío, que estaba deprimida, que la consolaba, que le decía que me parecía una mujer espectacular, que había conseguido mucho, que fuera consciente de eso, que no había razón aparente para estar mal. En el fondo la entendía, que la depresión nos coge sin razón aparente, simplemente es como un malestar que aparece plagada de pura subjetividad. Para los otros nuestra vida puede ser plena y no comprende este estado subjetivo. A pesar de ello, yo intentaba hacerla saber lo grande que ella era.

En la tarde también soñé que estaba con un tipo, íbamos por Surco. De pronto todo era rural. La carretera al lado tenía un manantial profundo. Una camioneta iba a dar al agua. Él y yo no dudábamos en lanzarnos a rescatar a los que iban en ella. Abríamos la puerta. Intentaba emerger la cabeza a uno, pero eran como 5 los tripulantes. La que más me preocupaba era una joven, que estaba como atrapada debajo de los asiento. Sentía que despertaba y que el aire se le acababa, era desesperante. No había forma de sacarla, sabía que el aire se le acabaría. Era una mujer delgada. El sueño terminaba.