martes, 8 de septiembre de 2009

OCHO

Hay momentos en los cuales realmente he vuelto a vivir: purificado, optimista, la belleza era el filtro por el cual percibía lo real. Vivo era la euforia, sabiendo que lo bueno me esperaba en forma de una niña con carrillos amplios. Vivo sentirse poderoso, amado por uno mismo, capaz de cualquier cosa, de cosas imposibles. Y uno piensa que ya no caería, que no sucumbiría, que no seguiría el sendero de los muertos, un padre o un hermano suicida.

Y es que no es necesario estar muerto para no vivir y hoy, después de un baño que he buscado que sea reparador, siento que no he vivido un poquito. Me agobian los pasos diarios, el rumbo incierto por un gran laberinto que solo intuyo de a poquitos. Un llanto contenido que me avergüenza, como anclarme en el pasado de una memoria herida, que no se lleva a la realidad de la palabra. Es implacable, pero todos somos nuestra memoria.

1 comentario:

Maga dijo...

tus sueños perturbadores