martes, 29 de junio de 2010

El nuevo cine peruano y Paraíso de Héctor Gálvez.

Si bien la producción cinematográfica en el Perú es prácticamente inexistente, se producen en promedio cuatro películas al año[1], desde el 2000 para adelante hemos vivido la emergencia de un nuevo cine peruano. Estas películas que cambian nuestro paupérrimo panorama cinematográfico son Días de Santiago y Dioses de Josué Méndez, Made in Usa y La teta asustada de Claudia Llosa, y Paraíso de Héctor Gálvez. Todas marcan tajante distancia con el cine tradicional peruano (Lombardi, Tamayo, Aguilar, Durán, etc.), tanto por la propuesta estética, -hay un lenguaje cinematográfico propio que se manifiesta en la preocupación por los planos, por lo visual; desapego por una narración de secuencias, risueña e incluso ingenua; este nuevo cine juega con el silencio, con lo no dicho; le huye a los picos dramáticos y sus finales son abiertos- como de calidad, más allá de una afirmación subjetiva los premios y menciones obtenidos en diferentes festivales las abalan.

A excepción de Made in Usa, todas las películas mencionadas cuentan historias urbanas donde la violencia (política en dos de ellas), el desarraigo, la incomunicación y la marginalidad trazan el destino de los protagonistas. Además, la migración las atraviesa ya sea como tema principal o secundario. Paraíso nos cuenta un poco de las vidas de Antuanet, Sara, Lalo, Joaquín y Mario; adolescentes y jóvenes que viven en la periferia pobre de Lima, en el asentamiento humano “Jardines del Paraíso”.

Si algo los une es la casi nula y conflictiva relación con sus padres. A Antuanet su madre, le quiere imponer lo que deberá estudiar al terminar el colegio (el padre solo aparece mencionado en la discusión); La madre de Lalo solo aparece cuando lo golpea por las malas notas que tiene y cuando echa a los amigos que vienen a buscar a su hijo; Joaquín, a pesar de tener una madre risueña y comunicativa, no es capaz de comunicarse con ella, no es capaz de expresar lo que siente, lo que le pasa a pesar de entender la lengua materna de su madre (mujer quechuahablante). A la madre de Sara no parece interesarle que su hija haya abandonado el colegio y mucho menos su iniciativa de retornar. Ésta madre es la única que encuentra una mayor presencia en el film. Ella tiene que lidiar con sus propios traumas, el haber sido violada colectivamente por los militares durante el periodo de violencia política. Es así que el papá de Sara encuentra representación solo a través de la fantasmal y perturbadora figura de un progenitor-violador, peor imagen de un padre creo que no puede existir, que aparece por las noches, en el sueño de la madre. Y por último, Mario es echado de su casa y es el que menos relación tiene con sus padres.

Pero el gran drama del film es el futuro incierto que caer como una oscura red sobre estos jóvenes peruanos, que son los excluidos del festín del chorreo y de la fiesta macroeconómica. Ni siquiera les queda la ilusión del camino de la educación como salida y forma de tener una vida digna, pues la educación que reciben es una estafa, es la piscina que el profesor manda a cavar a los chicos en el terral del colegio. Joaquín y Mario han fracaso escolarmente y Lalo parece ir en ese camino, solo les queda elegir entre el subempleo (trabajos esporádicos en una recicladora o de muñeco de pollería) o el robo y los asaltos eventuales o, como en el caso de Mario, alistarse en el ejército. El final de Joaquín partiendo con uno de esos circos miserables donde será el nuevo hombre araña nos hablan al menos de la iniciativa por ser un árbol fertil en medio del desierto. Si bien se presagia que el futuro es incierto y duro, hay un halo de optimismo en el fin.

[1] Pensemos en Argentina, donde se producen en promedio 60 películas anualmente.

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